viernes, 4 de octubre de 2013

No.

Al irme de aquella consulta de Manhattan, me robé unos libros sobre la psicología del amor.
Pensé que sería divertido. Los tiré en aquella bolsa Balenciaga.
Al irme de viaje, empaqué el bolso sin querer, y lo encontré al venir a Mauritius.
Leí.




y





Me dí cuenta.




Me dí cuenta de que estaba tan concentrada en estar tan preocupada de ser yo.
De estar tan ensimismada conmigo misma que me olvidé de madurar.

Creo que tiene que ver con que mis papás me abandonaron.
En una esquina, en Oakland, California. Sucia y con mis dos trenzas.
Aquella niña de cinco años, llorando por mi mamá y papá.
Era pequeña y ellos creyeron que no me acordaría de ellos.
Pero me han arruinado, prácticamente, la vida.
Aún así les pediría perdón por todo lo que he hecho hasta ahora.

Mientras crecía, me dejé a mi misma al abandono, me drogué, bebí.
Viví en una mentira, en duda de que era la vida que me tocaría.
Adulta, pero niña. Y sola.

Por alguna coincidencia del destino, una familia rica me invitó a su casa.
Al pasar los días me volví su hija, pero yo no lo era.
Jamás amé a esa familia. Y me fugué a Nueva York
Escalé socialmente al punto en el que tuve todo a mis pies.
Tuve ropa de diseñador, apartamentos lujosos, fiestas internacionales. Libertinaje. Tenía bienestar.
Sin dignidad, sin voluntad. Drifting aimlessly.

¿Cuál fue el punto de todo eso?
Me degradé como persona.
¿Qué tipo de mujer era?

No era feliz.
No era libre.
No era yo.
No.

El guía espiritual me recalcó mil veces todo lo que yo leí.
Era una buena persona, y supe apreciar eso.


Sé que debo cambiar, y debe ser ahora.
Mejoraré quién soy, seré mejor.
Me costará mucho, pero sé que es lo mejor.







Deséenme suerte.

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